PlayStation 5 dan Xbox Series: Bagaimana Perkembangan Kedua Konsol Bulan Ini?

El tiempo pasa muy rápido. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegaron las consolas de nueva generación, un par de semanas antes del lanzamiento oficial, tras una montaña de documentos confidenciales y advertencias serias. Eran objetos preciados que venían repletos de promesas tentadoras. La comunicación de las empresas manufactureras era nítida: potencia, velocidad, silencio, fidelidad audiovisual…

Desafíos en tiempos inciertos

Se ha escrito mucho sobre las condiciones inusuales bajo las cuales se lanzó esta generación. Hasta la fecha, ningún fabricante había vivido la experiencia de lanzar una nueva generación de consolas en medio de una pandemia global. Con medio siglo de historia en el sector y recordando cómo la anterior crisis, mal llamada gripe española, ocurrió un siglo atrás, no es sorprendente que esto haya complicado las cosas. La crisis de semiconductores, los desafíos logísticos, los confinamientos, las dificultades para mover productos a través de fronteras cerradas, la crisis inflacionista posterior… Las cosas no han sido nada fáciles. No hay duda de ello. Pero más que un análisis emotivo, es esencial observar los hechos de manera desapasionada y registrar una realidad innegable.

A medida que nos adentramos en la quinta etapa de esta generación, nos estamos cuestionando: ¿Realmente han cumplido estas máquinas las expectativas que depositamos en ellas? La selección de juegos para probar sus características tecnológicas no ha sido amplia, en su mayoría eran versiones adaptadas de títulos diseñados para la generación anterior. El mensaje estaba claro: esto era solo un punto de partida sobre el que se podía imaginar un futuro más brillante. Pero, ¿en qué se ha concretado ese futuro?

Transición interminable

Uno de los aspectos más notables que quiero destacar es el abrumador número de títulos intergeneracionales que hemos visto en estos últimos cuatro años. A medida que muchos editores parecían reacios a dejar atrás la generación anterior, hemos sido testigos de una serie de fenómenos completamente anormales en la historia del medio. Hoy, en el quinto año, nos encontramos con títulos importantes que aún mantienen estrategias de lanzamiento dirigidas a máquinas que ya están en su duodécimo año de vida—una auténtica eternidad en el panorama tecnológico.

Un caso paradigmático es el de Call of Duty. Aunque en teoría Call of Duty: Black Ops 3 fue el último título que salió en dos generaciones durante la transición anterior, hay que recordar que las versiones de Xbox 360 y PlayStation 3 excluyeron por completo la campaña. Ahora, Call of Duty: Black Ops 6 es el quinto título anual que lanza sus versiones en dos generaciones distintas, y aunque existen algunas variaciones entre ellas, estas son mínimas. A la luz de esta realidad, podemos preguntarnos: ¿cuántos obstáculos tecnológicos están tratando de sortear los desarrolladores? Las consolas de la generación anterior son un lastre tecnológico que ha creado interminables quebraderos de cabeza en los estudios, limitando el diseño de nuevos videojuegos al tener que cumplir con un mínimo común denominador.

Aunque se podrían atribuir muchos de estos temas a los retrasos en los desarrollos causados por la pandemia, hay un aspecto más profundo que no podemos obviar. Muchos estudios han decidido no ponerse a la vanguardia tecnológica simplemente porque no les salen las cuentas. Con unos costos de producción que se han vuelto astronómicos, continuar sacando versiones para las consolas más viejas es una estrategia que comienza a sonar menos atractiva. Los números hablan por sí mismos: el rédito económico no compensa el esfuerzo de optimización, aunque técnicamente sea posible.

Promesas cumplidas a medias

La elevada expectación generada por las promesas de las características de cada consola se está desinflando poco a poco. Recuerdo que se hizo mucho hincapié en la increíble vibración HD de los joycons de Switch y en sus sensores de movimiento; sin embargo, esos aspectos no han sido los más nombrados en la actualidad. Lo mismo ocurre con el raytracing en consolas. Aunque se anunció a los cuatro vientos, son pocos los juegos que han logrado implementarlo de manera eficaz, mejorando el aspecto visual sin sacrificar el rendimiento.

Además, se anunció que las cargas rápidas gracias a un potente SSD, especialmente en PlayStation 5, serían uno de los puntos clave. Es cierto que la diferencia es notable respecto a la generación anterior. Algunos títulos de lanzamiento, como Ratchet and Clank: Una Dimensión Aparte, presentaron tiempos de carga fulminantes. Sin embargo, en el ámbito de los juegos multiplataforma, los tiempos de carga han sido menos sobresalientes, y en grandes RPG como Kingdom Come: Deliverance II, cargar una partida puede llevar entre 30 y 40 segundos. Un contraste que, aunque muy desigual, es significativo.

La capacidad de cargar casi al instante existe, pero no es la norma predominante. La paciencia sigue siendo una virtud en nuestra experiencia gamer. Xbox ha introducido el Quick Resume, un avance que, sin justificación generacional, mejora de manera notable la experiencia del jugador.

Mientras tanto, con la expectativa de nuevas consolas, es difícil no sentir que aún estamos en la etapa inicial de esta generación, con grandes desarrollos aún por llegar. Sin embargo, el ciclo de vida de una consola se asemeja al ascenso de una montaña: va creciendo, estabilizándose y, con el tiempo, comienza su descenso a medida que el mercado se satura. Las dinámicas del hardware van por caminos paralelos pero separados.

No podemos prever con certeza lo que sucederá. La situación de Xbox está llena de incertidumbre. Pero lo que es seguro es que el contenido es el verdadero rey del juego, y es quien realmente marcará el paso en la industria de los videojuegos. Un juego no se define solo por su hardware, sino por la experiencia que ofrece. En este viaje, lo único que realmente importa es cómo jugamos y disfrutamos del camino.

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